Un día me planteé un sueño…
Me dije a mi mismo…
Quiero saber por completo este idioma hermoso, vivir toda mi vida sabiendo japonés, poder leerlo y usarlo todo el día, ser quién más y mejor enseñe japonés al punto que revolucione la educación del idioma japonés a nivel mundial…
Fue así que empecé a estudiar japonés desde cero y en cinco años terminé trabajando para el gobierno de Japón.
Actualmente vivo en Kyoto y me dedico a dar clases de japonés para todos los niveles y todas las edades. Enseño a leer, escribir y hablar fluido de manera efectiva y divertida. Quiero que, al igual que yo cumplí mis objetivos, tú puedas cumplir los tuyos, ya sea visitar, estudiar o trabajar en Japón.
¿Cómo llegué hasta aquí?
Pero primero ¿de dónde salí? Nací en Buenos Aires, en el año 1991 y fui criado en una familia de profesores que hicieron todo lo posible para facilitarme el camino. De chico fui a una escuela cercana a mi casa: la educación era muy mala, pero me hice conocido por lo bien que dibujaba (ya me empezaba a interesar el manga).
La secundaria la hice en una escuela a una hora de mi casa, sufrí mucho bullying y me costó adaptarme, fueron épocas duras pero aprendí muchas cosas. Tuve una etapa como músico (tenía mi banda de metal), empecé a comprar manga (mucho-mucho manga) y meterme de lleno en la cultura japonesa. Por suerte eso continuó cuando salí de la escuela, al mismo tiempo que la música.
Fue allí que entré a una carrera de ingeniería… un gran error es un gran acierto, estar en el lugar equivocado me hizo sentir muy mal, prácticamente me escapaba del mundo mirando anime al punto que me complicó seguir con la carrera.
La misión
¡Mirando Tengen Toppa Gurren-Lagann se me prendió la lamparita!. Bah, dicho metafóricamente… porque lo que ocurrió fue algo más parecido a un Big Bang. Una cosa es tener “una idea”… otra cosa es tener una “misión de vida”. Explosiva como un volcán e imposible de detener como un tsunami.
Eran varios los pensamientos…
«Este idioma es hermoso»: Suena hermoso, es cierto. Especialmente en actores profesionales, diciendo cosas tan motivacionales como las que se escuchan en TTGL.
«No es tan dificil como parece»: Cuando me di cuenta de la variedad de sonidos y de que una misma frase se repite y se repite, sin quererlo, ya estaba aprendiendo mis primeras palabras.
«No quiero depender más de los subtítulos»: Quiero poder ver todo el anime que quiera y leer todo lo que quiera en su idioma original. Voy a poder disfrutarlo aún más y entender cosas que se pierden en la traducción.
«No quiero vivir sin saber japonés»: No me imaginé una vida sin saber japonés. Sabía que todos estudiaban inglés y que querían hacer algo con ese idioma solamente para ganar dinero. Nadie a mi alrededor tenía un interés real con la cultura, arte o historia de los países angloparlantes. Nada que ver con la pasión que yo sentía por Japón. Supe que esa super curiosidad me funcionaría a mi favor.
«Quiero vivir en japonés; usarlo las 24 horas»: Lo que no sabía es que lo lograría ¿un día entero, una semana, un mes, un año? No recuerdo cuándo fue la última vez que hablé español durante más de una hora.
«Quiero ser el que más sepa japonés»: Pero esto se quedaba en un acto un poco egoísta, saber japonés para ver anime, leer mangas, etc… es algo que yo hacía para mí mismo y nadie más.
«Quiero revolucionar la educación del idioma japonés»: No solo requiere que sea el que más y mejor enseñe sino que hace hincapié en la manera en la que se aprende y enseña japonés a nivel mundial.
Inspirado por Tengen Toppa Gurren-Lagann empecé a ponerme objetivos así de altos y mi verdadero propósito de vida se convirtió en el siguiente:
Eso es lo que decidí hacer con mi vida, ahora ya nada me podía detener. Solo faltaba una cosa: aprender japonés.
Pero no aprendí japonés como quien aprende para viajar a japón como turista una semana. Aprendí japonés con ESE fin en mente y aplicando una de las leyes primordiales del aprendizaje: «Si me equivoco es una buena señal, significa que estoy aprendiendo».
¡Me volví un ”equivocador compulsivo”!
Obviamente empecé por mi cuenta y con lo peor que podía haber (descargaba materiales gratuitos de páginas sospechosas, imprimía hiraganas y los hacía con tinta china sólo porque me sentía genial). Inmediatamente encontré los kanji y pensé “esto es difícil, esto es genial, si puedo con esto puedo con todo”. Me hice una rutina de 60 kanji por semana, cosa que me permitió saber leer y escribir mis primeros 300 kanji antes de entrar a tomar clases formalmente. Empecé a asistir a clases en el Centro Cultural Nichia Gakuin. Tomé cada una de las clases y cada uno de los exámenes: tuve asistencia perfecta. Me sentía mejor que nadie en clases y me empezaron a considerar alumno modelo. Cambié de carrera y empecé a estudiar Licenciatura en Audiovisión en la Universidad Nacional de Lanús.
Todo lo que podía empeorar empeoró
2012 fue un año trágico, porque terrible queda corto. Fue un año en que la vida como la conocí se destruyó por completo. Una serie de hechos irremediables me obligaron a replantearme mi manera de pensar, hacer y ser. Para salir de la depresión me aferré a lo que más me gustaba y mejor sabía hacer: básicamente me volví adicto a estudiar y empecé a enseñar japonés. Era muy importante para mí “ser útil” y poder ayudar a las personas. Decidí dejar la carrera de imagen y sonido para dedicarle más horas a profesionalizarme como profesor a pesar de que en ese tiempo mis clases costaban los mismo que un café en Starbucks.
El resurgir de Napo
Empecé a estudiar en la Universidad Tecnológica Nacional distintos cursos y diplomados virtuales para especializarme como profesor online. Mis primeros alumnos online fueron una familia de latinos radicados en Japón. Desde ahí no paré de dar clases y de promocionarme como profesor en distintos eventos de la comunidad japonesa y eventos de anime locales. Dos eventos me hicieron saber que estaba parado en el lugar equivocado y que estaba limitando mis posibilidades. En el 2014 rendí el examen internacional, nivel N2. Me empecé a posicionar como uno de los profes con nivel más alto en Argentina.
Comencé una formación como Coach Ontológico Profesional, una carrera de dos años pero me bastó con unos pocos meses para que ya cambiara mi vida, ya que en ese tiempo generé más posibilidades que nunca y me acerqué muchísimo a cumplir mis sueños. Esta vez no fui yo a la embajada a preguntar sobre becas para ir a Japón ¡fue la embajada la que me llamó a mí! No surgió una posibilidad de ir a Japón: surgieron dos en un mismo año.
¿Por qué rechacé un viaje a Japón?
La Asociación de Kagawakenses en Argentina tiene un problema grave: quiere que sus descendientes estudien en Japón, aprendan de Kagawa y vuelvan a Argentina para difundir estos conocimientos, creando así lazos de amistad. Sin embargo, Kagawa no tiene descendientes, por lo que se ven obligados a ofrecer becas a no-nativos. Por esta razón priorizan a aquellos que saben más japonés y entre ellos aparecí como el mejor candidato. Obviamente ni yo me creía digno de una beca de un año en Japón, ya que la selección es muy-muy rigurosa: las 5 asociaciones de kagawakenses de Latinoamérica proponen 15 candidatos y se eligen tan sólo los 3 más aptos.
Por otro lado, el viaje que me ofrecía la embajada tenía como condición que no esté por ir a Japón bajo ningún programa de trabajo o beca, lo cuál era mi caso ya que en aquel entonces ya me había postulado para la working holiday. Así que les informé de mi situación (aunque estaba postulado, no era definitivo) y básicamente di de baja el trámite de la visa para ir a Japón. Fui elegido para ir desde septiembre del 2015 hasta septiembre del 2016. Trabajé en la oficina de relaciones internacionales del gobierno de Kagawa (si, en el gobierno de Japón) y mi rutina era ir a trabajar de 9 a 12 hs., comer algo, estudiar de 13 a 17 hs., ir al gimnasio o seguir estudiando. Si no tenía nada que hacer también estudiaba en el trabajo, por lo que sumaba 8 o 10 horas por día de estudio. ¿Por qué tanto? Porque tenía la presión de aprobar el nivel más alto: el N1. Si no lo aprobaba debía devolver todo el dinero de la beca. Si, todo. Sobre mis calificaciones creo que se dan una idea: líder de la clase, número uno en concurso de oratoria, puntaje 100 en exámenes de gramática, todos los modelos de exámenes aprobados, todas las notas por arriba de 9 y asistencia perfecta.
Regreso a casa
Volví a Argentina porque eso decía el contrato. Todos me decían que me quedara pero primero había que cumplir con la palabra dada. Me encontré con un país peor que el del 2015: precios altísimos, más pobreza y un panorama desalentador. Trabajé en un instituto de japonés pero no me sentí cómodo, así que decidí que sería mi último año en Argentina y así fue. Hoy en día vivo en Kyoto y enseño a alumnos de todas las partes del mundo, participo en seminarios para profesores y administro una comunidad de 6000 alumnos en Facebook. Mi camino como profesor está empezando a madurar pero falta mucho por aprender y hay muchos desafíos por delante.